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   Dejan muchas preguntas cuya respuesta sería sí o no, sin contestar. Por otro lado, tenemos teorías 
   que además de no ser completas, son falsas. Esto se debe a que todas nuestras teorías son 
   simplificaciones o idealizaciones de la realidad, pero no “la verdad” (Zamora Bonilla 1996, 34-35).
  
  
   Ahora que sabemos que nuestras teorías son en mayor o menor medida falsas, Popper va a 
   considerar que lo importante entonces es saber cuanto de falsas son, pero sobretodo, cuan similares 
   son a la verdad completa. Lo que Popper buscaba al desarrollar su fallida teoría de la verosimilitud es 
   un criterio lógico que le permitiese, dadas dos teorías rivales y falsas, aferrarse a una en vez de a la 
   otra a pesar de ser ambas falsas. Un criterio para discernir cual de las dos teorías rivales es menos 
   falsa (Zamora Bonilla 1996, 41).
  
  
  
  
   Todas las teorías que tienen un mínimo interés científico son falsas, pero algunas son más falsas que 
   otras. Newton-Smith ha caricaturizado este argumento llamándolo el argumento de la “Revolución en 
   la Granja” (the Animal Farm move). La sátira proviene del final de la fábula de Orwell, donde el lema 
   inicial de la revolución animal “todos los animales son iguales” queda, al concluir la historia así 
   “todos los animales son iguales, pero unos más iguales que otros” (Newton-Smith 1981, 183; 
   Zamora Bonilla 1996, 19). Aunque la chanza es admirable, he de señalar que Newton-Smith 
   confunde los términos. Mientras es imposible ser más o menos igual a algo, pues el concepto de 
   igualdad es absoluto, o se es o no se es igual. Por el contrario sí que se puede ser más o menos 
   falso, dado que todos sabemos que hay grados de falsedad. Con la intención de averiguar qué teorías 
   eran más falsas, Popper planteó una forma rudimentaria de comparar la verosimilitud de teorías 
   rivales. Según la definición comparativa de verosimilitud, la teoría A es más verosimil que la teoría B, 
   si contiene más enunciados verdaderos que B y menos enunciados falsos (Zamora Bonilla 1996, 36).
  
  
   Esta primera definición de verosimilitud era demasiado simple y estaba mal fundamentada. Como 
   señala Newton-Smith, toda teoría científica que merezca la pena ser considerada como tal, contiene 
   un conjunto infinito de enunciados verdaderos y falsos. Por tanto es imposible contar y comparar el 
   número de enunciados falsos y verdaderos que abarca una teoría cualquiera (Newton-Smith 1981, 
   55). Si asumimos la mecánica de Newton, la trayectoria que recorre un péndulo al oscilar en la Tierra 
   viene determinada por una ley matemática. Podemos calcular la posición del péndulo en infinitos 
   momentos del tiempo y viceversa, luego habrá infinitos enunciados verdaderos implicados en dicha 
   ley. A su vez, si el péndulo se moviese a la velocidad de la luz, ya no se comportaría acuerdo con la 
   ley anterior, sino conforme a los parámetros relativistas señalados por Einstein, luego a su vez el 
   modelo de la oscilación bajo la mecánica de Newton comprende infinitos enunciados falsos. Pero 
   además del problema de que las teorías no contiene conjuntos finitos de enunciados, existe otro 
   problema que anulaba la primera definición comparativa de verosimilitud.
  
  
  
  
   El filósofo austriaco se dio pronto cuenta de que no todos los enunciados verdaderos eran igual de 
   interesantes. Así por ejemplo, las tautologías, a pesar de ser siempre verdaderas eran sin embargo 
   enunciados que no añadían mucho al contenido de una teoría, por ser generalmente lo que se conoce 
   como verdades de perogrullo. Sin embargo, otros enunciados verdaderos no eran afirmaciones de 
   burdas simplezas, sino proposiciones que daban mucha información y conocimiento. De tal modo que 
   había que cambiar la estrategia para demarcar la verosimilitud de las teorías. El interés ya no 
   estribaba en contar el número de enunciados verdaderos y falsos de una teoría para luego hacer 
   comparaciones, sino en averiguar el contenido de verdad y falsedad de los mismos. Popper se sirvió 
   para este propósito de un concepto de cosecha propia que denominó el grado de contenido de una 
   teoría o enunciado. El grado de contenido señala la cantidad de información proporcionada por un 
   enunciado o teoría, independientemente de que sea verdadero o falso. El grado de contenido de un 
   enunciado o teoría, estaba inversamente relacionando con la probabilidad lógica de dicho enunciado 
   o teoría. Veamos esto con más detenimiento (Zamora Bonilla 1996, 38).
 
  
   Gabriel Carpintero, La verosimilitud: Popper y la racionalidad en la ciencia
  
  
  
  
   Dejan muchas preguntas cuya respuesta sería sí o no, sin contestar. Por otro lado, tenemos teorías 
   que además de no ser completas, son falsas. Esto se debe a que todas nuestras teorías son 
   simplificaciones o idealizaciones de la realidad, pero no “la verdad” (Zamora Bonilla 1996, 34-35).
  
  
   Ahora que sabemos que nuestras teorías son en mayor o menor medida falsas, Popper va a 
   considerar que lo importante entonces es saber cuanto de falsas son, pero sobretodo, cuan similares 
   son a la verdad completa. Lo que Popper buscaba al desarrollar su fallida teoría de la verosimilitud es 
   un criterio lógico que le permitiese, dadas dos teorías rivales y falsas, aferrarse a una en vez de a la 
   otra a pesar de ser ambas falsas. Un criterio para discernir cual de las dos teorías rivales es menos 
   falsa (Zamora Bonilla 1996, 41).
  
  
  
  
   Todas las teorías que tienen un mínimo interés científico son falsas, pero algunas son más falsas que 
   otras. Newton-Smith ha caricaturizado este argumento llamándolo el argumento de la “Revolución en 
   la Granja” (the Animal Farm move). La sátira proviene del final de la fábula de Orwell, donde el lema 
   inicial de la revolución animal “todos los animales son iguales” queda, al concluir la historia así 
   “todos los animales son iguales, pero unos más iguales que otros” (Newton-Smith 1981, 183; 
   Zamora Bonilla 1996, 19). Aunque la chanza es admirable, he de señalar que Newton-Smith 
   confunde los términos. Mientras es imposible ser más o menos igual a algo, pues el concepto de 
   igualdad es absoluto, o se es o no se es igual. Por el contrario sí que se puede ser más o menos 
   falso, dado que todos sabemos que hay grados de falsedad. Con la intención de averiguar qué teorías 
   eran más falsas, Popper planteó una forma rudimentaria de comparar la verosimilitud de teorías 
   rivales. Según la definición comparativa de verosimilitud, la teoría A es más verosimil que la teoría B, 
   si contiene más enunciados verdaderos que B y menos enunciados falsos (Zamora Bonilla 1996, 36).
  
  
   Esta primera definición de verosimilitud era demasiado simple y estaba mal fundamentada. Como 
   señala Newton-Smith, toda teoría científica que merezca la pena ser considerada como tal, contiene 
   un conjunto infinito de enunciados verdaderos y falsos. Por tanto es imposible contar y comparar el 
   número de enunciados falsos y verdaderos que abarca una teoría cualquiera (Newton-Smith 1981, 
   55). Si asumimos la mecánica de Newton, la trayectoria que recorre un péndulo al oscilar en la Tierra 
   viene determinada por una ley matemática. Podemos calcular la posición del péndulo en infinitos 
   momentos del tiempo y viceversa, luego habrá infinitos enunciados verdaderos implicados en dicha 
   ley. A su vez, si el péndulo se moviese a la velocidad de la luz, ya no se comportaría acuerdo con la 
   ley anterior, sino conforme a los parámetros relativistas señalados por Einstein, luego a su vez el 
   modelo de la oscilación bajo la mecánica de Newton comprende infinitos enunciados falsos. Pero 
   además del problema de que las teorías no contiene conjuntos finitos de enunciados, existe otro 
   problema que anulaba la primera definición comparativa de verosimilitud.
  
  
  
  
   El filósofo austriaco se dio pronto cuenta de que no todos los enunciados verdaderos eran igual de 
   interesantes. Así por ejemplo, las tautologías, a pesar de ser siempre verdaderas eran sin embargo 
   enunciados que no añadían mucho al contenido de una teoría, por ser generalmente lo que se conoce 
   como verdades de perogrullo. Sin embargo, otros enunciados verdaderos no eran afirmaciones de 
   burdas simplezas, sino proposiciones que daban mucha información y conocimiento. De tal modo que 
   había que cambiar la estrategia para demarcar la verosimilitud de las teorías. El interés ya no 
   estribaba en contar el número de enunciados verdaderos y falsos de una teoría para luego hacer 
   comparaciones, sino en averiguar el contenido de verdad y falsedad de los mismos. Popper se sirvió 
   para este propósito de un concepto de cosecha propia que denominó el grado de contenido de una 
   teoría o enunciado. El grado de contenido señala la cantidad de información proporcionada por un 
   enunciado o teoría, independientemente de que sea verdadero o falso. El grado de contenido de un 
   enunciado o teoría, estaba inversamente relacionando con la probabilidad lógica de dicho enunciado 
   o teoría. Veamos esto con más detenimiento (Zamora Bonilla 1996, 38).
  
  
  
  
  
 
 
  
 
 
 